Los invitamos a hacer un ejercicio de imaginación.

Luego de unos minutos de espera en la recepción, las puertas del elevador interplanetario se abren. Los invitan a pasar, y les otorgan un Boarding Pass a cada uno. En el centro, tendrán una escotilla en el suelo por la que podrán observar el ascenso de más de 120 kilómetros hasta la inmensidad del universo. 

Poco tiempo después, las puertas vuelven a abrirse, pero tienen la sensación de que algo cambió. Han llegado a una estación espacial a 220 millas de nuestro hogar (de ahí el nombre), y todo a su alrededor se los recuerda: el contraste entre el bullicio del parque y el silencio del vacío, la tenue iluminación, los pasillos con reservas infinitas de comida y bebida. Al avanzar, les solicitarán su Boarding Pass y, al doblar una esquina, ingresarán al salón. Repentinamente, verán con sus propios ojos las enormes ventanas que dominan el lugar, y confirmarán lo que sabían: ya no están en la Tierra.

El salón en si es bastante espacioso, y está distribuido en dos plataformas (una baja y una alta). Las vistas son fabulosas desde cualquier ubicación: desde abajo tendrán más cerca las ventanas, pero desde arriba se aprecia mejor el panorama general. En la plataforma superior hay también una llamativa barra. No se preocupen: pueden comer tranquilos y luego pasear por el lugar para tomarse las fotos que quieran.

Una vez que se ubiquen en su mesa, podrán caer en la cuenta de la maravilla de la ingeniería de la que forman parte. En las ventanas, que en verdad son pantallas proyectando imágenes del espacio, verán pasar astronautas, naves, cometas y estrellas. La protagonista, por supuesto, es nuestra querida Tierra.

¡Bienvenidos a Space 220!